El templo del Señor profanado por la obra del Diablo. Luces infernales y estridente música rock infesta el interior de esta vieja capilla reconvertida en el local más cañero del distrito. A las puertas, toda una nueva generación de rebeldes se apiña haciendo cola, mientras que en su interior los últimos grupos locales tocan hasta que les sangran las manos rezando a cualquier cosa que pueda oírles por una oportunidad de salir del pozo.
Alcohol y tinta. El local de Buddy no es una referencia al arte, pero nadie cuestiona sus obras. Dibujos y declaración de intenciones es lo que este renegado de la vieja escuela plasma sobre la piel de aquellos que permiten que una aguja horade su carne.
La primera planta alberga un teatro de sombras. Una escalera de bambú, detrás del telón principal, conduce a la planta superior, dónde cuerpos sucesivos se amontonan aspirando el humo de la flor de la pereza. Fumadero de opio.
Escaleras pedregosas descienden a la incertidumbre del Abismo. A su final solo queda una puerta de hierro negro y estilo gótico y una inscripción: "Que los que decidan entrar abandonen toda esperanza". Es el Club Dante en todo su infernal esplendor. Un local subterraneo que combina luces rojas y paredes negras con cuero y terciopelo. En su interior, los clientes mortales y no tan mortales pueden disfrutar de la música de moda además de un espectáculo sadomasoquista dos veces por semana.
El resplandor de neón rojo sólo es una leve muestra de los placeres, oscuros y retorcidos que alberga en su interior éste local escondido y de conocida fama en la ciudad. Selecto y perverso, dentro de sus paredes de terciopelo se mueve algo más que clientes y billetes cada noche. El lugar perfecto para satisfacer los deseos más pútridos del ser humano
Dos tipos de negro custodian la puerta de la Sala de Juegos Atlanta. Uno de ellos se encarga de comprobar que entras con los bolsillos llenos, el otro, de vaciartelos al salir.
La sala cuenta, adicionalmente, con habitaciones en dos pisos superiores. Solo apto para aquellos que disfrutan jugándosela.
La avenida de la excentricidad... Lascivas luces de neón y calles llenas de prostitutas que ofrecen su cuerpo y alma a cambio de una comida. El eco de incontables vidas se filtra a través del poroso asfalto.
Frecuente lugar de citas para homosexuales, fetichistas, exhibicionistas y parejas atrevidas. En el cartel figuran reposiciones de lo más variado, desde el bondage más brutal hasta el soft-porn más recatado y vintage.