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 Polvo, basura y muerte

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Brunke

Brunke


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MensajeTema: Polvo, basura y muerte   Polvo, basura y muerte Icon_minitimeLun Ago 16, 2010 5:37 pm

Una luna brillante era eclipsaba por un denso cúmulo de nubes, matizando su luz plateada sobre los esqueletos oxidados de aquel cementerio de ilusiones infantiles y vida familiar. Comidas por una gruesa capa de herrumbre, las atracciones del viejo Muelle chirriaban con la más tenue brisa entonando una estridente y dolorosa canción. Lejos de los rincones más oscuros, bandas y grupos de adolescentes vestidos con cuero y cretas en alza se reunían en las zonas donde alcanzaba la luz de las farolas con sus radios a toda voz, gritando, jugando a rebelarse contra el mundo sin darse cuenta de lo patética que era si idea.

Demasiado barata, excesivamente comercial.

Más allá, donde la luna atenuaba las sombras un grupo de personas también estaba congregado frente a los muelles de una olvidada atracción. Apenas quedaban algo más que los cimientos y un par de paredes, pero el lugar tenía algo sobrecogedor. Todos los que frecuentaban la zona sabían que no era sensato adentrarse más allá de la entrada al parque; los pocos que habían tenido los cojones lo bastante grandes para hacerlo habían vuelto hechos mierda o... no volvían. Entre los huesos de acero y telas roidas, siempre deambulaban un grupo de personas. Indeseables...

Sentada sobre un viejo asidero anclado en tierra, una mujer joven de rostro pálido y cabello negro como la noche, observaba con sus ojos de hielo las luces del otro lado del parque, absorta, rumiando las noticias más recientes. No estaba especialmente preocupada mientras la mierda no le salpicase, no obstante, si la cosa empeoraba también lo haría la situación de muchos de ellos. De hecho, más de uno debía tener las manos estrujándose el cerebro en busca de respuestas o rezándo con su pútrida fe a algún ente todopoderoso que estuviera demasiado aburrido como para oír sus plegarias. Esperaba que pronto alguien se decidiera a hacer algo en lugar de temblar bajo la cama. O tal vez, sería buena idea comenzar a buscar algún asqueroso culo que patear.

-Jefa, ¿cuándo demonios vamos a enseñárles a esos niñatos vestidos de plástico a estar callados? -protestó uno de los reunidos; era alto, un titán de brazos anchos y pálidos, cuya esencia más primitiva siempre atentaba con salir provocada con una simple chispa. De cabello largo y rubio, rostro ligeramente cuadrado y mirada casi cristalina, devoraba con sus ojos de cazador cualquier cosa que se posara en su ángulo de visión-. Detesto verlos allí...
-¿Hay algo que no detestes, Gunther? -se quejó una muchacha aniñada de aspecto frágil como el de una muñeca de porcelana... vestida con cuero, cadenas y transparencias; sus ojos enormes y oscuros se entornaron exasperados mientras una mueca maliciosa se dibujaba en sus labios negros como el carbón-.
-Me gusta la idea de imaginarte en una pica cabeza abajo, jodida puta -añadió Gunther con gesto hostil, dando unpaso hacia la niña-.

Unas fuertes pisada sobre la tierra hicieron que ambos se callasen de inmediato. La mujer de cabello negro se levantó del asidero y avanzó dos pasos hasta colocarse entre ambos; sacaba casi una cabeza a la muñequita de porcelana, lo mismo que Gunther casi le sacaba a ella, sin embargo, ambos permanecían quietos y en silencio. Se llevó una pálida mano enfundada en un mitón de cuero negro a la oreja para recogerle un mechón de pelo.

-¿Alguien sabe algo sobre esa niña? -preguntó con una voz ligeramente ronca, dura y persistente-. Si alguien está cazando en la ciudad y es tan... inútil como para dejar un rastro así, quiero saber quien es... No estoy dispuesta a consentir que alguien nos mire con malos ojos
-Siempre puedes arrancárselos... O pedírle a Gunther que se los saque por ti -comentó un hombre de estatura media, moreno de mirada sibilina y desplante indiferente-.

Brunke le dirigió una mirada a medio camino entre picardía e ira. Se puso en cabeza de todos los reunidos para luego, enfundarse las manos en los bolsillos laterales de su chaqueta. A su derecha, como siempre Gunther, siempre vigilando, atento al más mínimo movimiento; tras ella, dos pasos rezagada la otra mujer del grupo, Yvonne o Yvy, como le gustaba que la llamasen; una republicana jodida, terca y chillona cuya juventud solo acrecentaba sus ansias revolucionarias al más puro estilo francés. Tras ella, caminaban Vlosviekt, un ruso cabronazo que odiaba el mundo por permitir el derrocamiento de Lenin, de cabeza rapada y cara de no haber tenido un amigo en su larga y jodida existencia. A su lado, dirigiendo miradas intermitentes a Brunke y a la corta falda de Yvy, estaba Hazard, un rebelde sin causa aparente de boca grande y puñetazos consecuentes a su pequeño problema de honestidad. Tras él, rezagado del grupo, caminaba O'Connor, un loco irlandés, beligerante, perspicaz y presencia abrumadora.
Todos sabían muy bien qué hacían allí, siguiendo a una puta alemana con ganas de guerra, dispuesta a patear principescos culos si era necesario; simplemente, era seguir un fin, aunque ya no tuviera los tintes de antaño.
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MensajeTema: Re: Polvo, basura y muerte   Polvo, basura y muerte Icon_minitimeMiér Ago 18, 2010 12:16 am

El reducido grupo abandonó las instalaciones de El Muelle rumbo a la ciudad, dejando a su paso una estela silenciosa cargada de un pavor asfixiante. No había grupo o banda que tuviera los cojones lo bastante grandes como para pedirle a Brunke explicaciones, ni siquiera para sostenerle la mirada.

-Deberíamos ponernos un nombre, algo así como tienen los Satanases del Infierno. Nos daría mucho caché y además tendrían una forma de llamarnos -comentó animadamente Yvy caminando con pasos rimbombantes a la izquierda de Brunke-.

-Se llaman Ángeles del Infierno, no Satanases. ¿De dónde mierda sacas esos nombres? -preguntó O'Connor haciendo un mohín, dando a entender que no comprendía a Yvy-.

-Da igual, Ángeles o Satanases. Me gustaría que tuviéramos un nombre... Algo así como, Les donneurs de la morte o Rabe des Stahls -murmuraba Yvy incansable, dejando volar su imaginación por encima de la paciencia de sus compañeros-. Schwarzer Stahls... O Blutiger Stahls... Me gusta como suena "acero" en tu lengua, Brunke.

Gunther dio un amenazador paso hacia Yvy, que ni se movió ni pareció darle la menor importancia al escaso control del gigante germano. Sabía que la paciencia no era su menor baza y que era fácil de incitar a pelea, pero gozaba del buen trato y la confianza de Brunke y eso, era más.... temible. La alemana era la más antigua de toda la cuadrilla y aunque, Vlosviekt y Gunther le seguían los pasos, ninguno sentía la necesidad de bajarla del trono. Ni siquiera el ruso.
Yvy dirigió una mirada desafiante al gigante que avanzaba hacia ella, sin embargo la mano alzada hacia atrás de Brunke impidió la primera discusión de la noche. Clavó en ambos sendas miradas inquisitivas e imponentes, haciéndoles retroceder sin decir una sola palabra.

-No es momento para nimiedades de ese tipo Yvy. Tenemos algo entre manos más importante que eso - le espetó Brunke de espaldas, haciéndo un gesto a Gunther para que continuara caminando-. El gilipollas que ha dejado el cuerpo de esa niña nos puede meter en problemas. La noticia ya está en los periódicos y creo que la policía ya está investigando.

-El cuerpo apareció en la Estación Norte. Los cabrones del Estado ya están allí desde la mañana -añadió Vlosviekt, adusto como si siempre estuviera enfadado por la caída de Lenin a manos de Stalin-. ¿Qué vamos a hacer, alemana?

Brunke apretó la mandíbula. Si ella estaba molesta, era muy provable que otros estuvieran acojonados. Tal vez hacer una visita al resto de los vástagos le diera alguna pista del jodido intruso.

-O'Connor, ¿cuántos vástagos hay en la ciudad? -preguntó pensativa-.

-No demasiados jefa. Hay un principito alojado en el SOHO, además debe haber otros en el centro de la ciudad. Los almacenes de cuadros y las casitas de maricones con tutú tienen que atraer a los demás -respondió el irlandés, rascándose instintivamente la nuca-. Si dejamos una pintada "artística", por supuesto en mitad del Distrito Centro, lo mismo pescamos a algún muñequito de trapo.

Visitar a otros vástagos podría ser problemático, sobretodo con los más delicados; sin embargo, podría ser un buen momento para tomar decisiones activas en la ciudad. Debía decidir con cuidado qué paso iba a dar y a quien deleitaría con su presencia.
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