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 Piel de cordero

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Elissabetha_Contarini

Elissabetha_Contarini


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MensajeTema: Piel de cordero   Piel de cordero Icon_minitimeMar Ago 17, 2010 5:28 pm

Entró en la sala de exposiciones con el vestido negro de seda deambulando como un perfecto compañero sobre sus curvas cinceladas. Nunca enseñando demasiado, siempre en el límite entre el decoro y la insinuación. Siempre elegante. El cabello, suelto, sedoso, caía en rizos azabache perfectos sobre la espalda desnuda. Cuando había recorrido distraídamente todas las salas, ya había localizado cuatro posibles presas que deambulaban todavía entre los muros del lugar. Desafortunados noctámbulos. Aquella noche el juego sería diferente. Le apetecía un poco de teatro, alargar los días antes de dejar caer el péndulo sobre quien, finalmente, resultase escogido.

Se aburría. Y mucho.

Tenía que ser la chica discreta que busca una relación pasajera, no servía un hombre que le quitara la sensación de hambre y soledad, dos pájaros de un tiro, por una noche. Tenía que tener al menos una apariencia más domada que la de sus acostumbrados amantes (o cenas, o ambos, que más daba): Buscaba traje y corbata, y a ser posible, una cartera de Montblanc donde hubiera alguna identificación de una empresa. En el fondo de la sala, dos hombres contemplaban un cuadro impresionista mientras comentaban algo soberanamente aburrido sobre un trato de una empresa. El que estaba de cara a ella llevaba una pluma de plata en el bolsillo del traje. No llevaba corbata, sino que tenía descordada la camisa de sastre y tela fina a la altura del cuello, mostrando una piel suave y un amago de pectorales. Elissabetha se sonrió y exhaló con un sombra de leopardo en la mirada. El otro hombre se volvió a ver que estaba mirando su acompañante, que se había enredado en los tobillos de la mujer. Ella sonrió al primero y se volvió sobre sus tacones, marchándose a otra sala. Dos minutos después estaba mirando felina a su nuevo acompañante de la noche.

“Joana Treshold... Así que cantante, ¿Eh? ¿Y dices que mañana tienes un recital?”
“Así es.” Dijo ella con una sonrisa breve.
“Pues para ser sincero, cuesta de creer. Tan joven...” Dijo él, mirándola con una sonrisa. “¿Qué tienes? ¿Veinte? Yo soy director de una revista de moda, y tenemos una sección dedicada al arte contemporáneo, das el perfil de nuestras lectoras. Joven, guapa e inteligente.”
“Gracias, ¿Eso lo ha visto en mi tarjeta de visita o simplemente intenta que suba a su casa luego?”

Risas. La mosca estaba en la telaraña y ya asomaban los caninos por debajo de la piel de cordero.

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Erzebeth Covenant

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MensajeTema: Re: Piel de cordero   Piel de cordero Icon_minitimeDom Sep 19, 2010 3:40 am

Erzebeth estrenaba un Gaultier demasiado ostentoso para la ocasión.

Entró en la galería mordiéndose la carne interna de las mejillas. Se frenó. La había olido. La había visto. Había visto sus pasos zalameros, su tedio deliberado y su elegancia sin alma. Aquella veleidad hambrienta tenía las pupilas opacas y dilatadas.

Erzebeth interrumpió sus sempiternas muecas a lo Betty Page y frunció la naricilla mate. Se sintió débil de repente. La otra vampiresa -una sanguijuela estilosa y, seguramente, menos melodramática que Erzebeth- hablaba con unos ricos de aspecto anodino. Erzebeth se sintió insegura dentro de las costuras del Gaultier. Se encaminó a la sala contigua, entrecerrando sus ojos sin lagrimal. Un joven hermoso, imberbe y atildadamente miope giró su noble cabeza hacia la dirección de Erzebeth. Estaba tan desganada que apenas calibró su atractivo. Miró uno de aquellos cuadros tan estridentes que se sabía de memoria. Había algo en aquel manchurrón rosa como un estómago. Algo parecido a un grito o a un beso o al calor. Algo muy distinto que sus entrañas de reptil. Se sintió reconfortada al pensar que el cuadro, aún hecho de tela y escupitajos de pintura, estaba menos muerto que ella. Sintió hambre.

A su derecha, el joven suave y pulcro se negaba a pasar al siguiente cuadro. Ella, muy fatigada, se pasó la lengua por los dientes e improvisó una sonrisa etrusca. Le sonreía a la carne. Le sonreía a sus venas y a su educado aliento. Él miraba a la bestia, que estaba tan cerca, azorado.

Primero charlarían, luego acortarían distancias. Erzebeth, muy animada ya, pensó que era casi un niño. Un niño bobo, parado en la luz.

Más tarde le tocaría quedarse helado.
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