Primer acto

Termina de quitar el último de los 6 pestillos.
La puerta reforzada se abre hacia fuera, sin hacer el más mínimo ruido (la calidad se hace notar).
Ahora, entre luces y sombras crepusculares, una alargada figura asomaba por el cerco de una puerta, ayudándose de una mano para mantenerse.
Estaba anocheciendo, y Vincent tenía planes que hacer.
Durante unos segundos dudó, mirando el gigantesco marco que sobresalía de la pared y que hacía prácticamente imposible tirar la puerta abajo. Esa había sido una de las muchas especificaciones que diariamente matizaba con los contructores: la restauración del Macbeth no solo era para hacer del hotel una mansión, sino para hacer de él una fortaleza inexpugnable como antaño fue el castillo de sus antecesores.
Una vez superado ese estado de confusión revisó cuidadosamente la labor que habían llevado a cabo durante el día los obreros, asegurándose de que las cosas estaban conforme a sus indicaciones.
Tras quedar satisfecho se atavió con un sombrero y una gabardina de su colección y se decidió a salir, con cierta desgana, en pos de conocer un poco más la ciudad, asi como a sus "vecinos":
"Si quieres comer, antes debes ganarte el pan" (una de las muchas frases instructivas con las que su padre le fué educando, y que ahora guarda como un tesoro de una vida pasada).

Por las calles la gente iba y venía, como una marabunta desorganizada de gente, y no tardó mucho en lograr saturar al oscuro caballero. Éste, hastiado del mundo, optó por huir a las callejuelas y rincones de la urbe, despareciendo por las esquinas y los rincones que parecían dispuestos a propósito para facilitar "la cena" de algún transeunte desprevenido.
Al cabo de un rato recobró la tranquilidad, lejos de la gente y del griterío, decidiendose a ir a saludar a un hermano del sabbat que, según tenía informado, vivía en esa ciudad desde bastante antes de su llegada.
No tardó en descubrir la guarida del vampiro, guiándose por las marcas que solo un Lasombra podría dejar.
Al final de su travesía, envuelto de edificios modernos y pisos destartalados, ahí estaba, el New Music Hall, un antiguo pero bien cuidado teatro que permitía a la imaginación regocijarse al pensar en la bestia que en su interior aguardaba.

Con una tenebrosa sonrisa escondida a la sombra de su sombrero, el recién llegado recortó los últimos pasos hasta llegar a la puerta.
Pocos no-muertos somos, y menos aún del sabbat. Espero poder obtener un buen aliado de este vecino.

Un último movimiento, y la puerta resonó, haciendo un eco audible al otro lado.