Dar una vuelta

"...madrugada ha aparecido el cadáver de una niña. Los cuerpos de seguridad, por el momento estan desconcertados y no han querido dar explicaciones..."

Alvar termina de ponerse la última parte de su "equipo", revisa rápidamente para no dejarse nada y con la gabardina en el brazo abre la puerta de casa.

¿Has hecho la matrícula ya?- Pregunta su madre, distraida.
No.- Responde con sequedad.
¿Y cuando piensas hacerlo?- Insiste sin levantar la mirada de la miniatura que esta haciendo.
Mañana, que hoy ya se me ha echado el tiempo encima. No te preocupes, es mi futuro, no el tuyo, y no te les más vueltas, que no voy a cagarla. Hasta luego.


Se cierra la puerta, ahogando un "hasta luego".

"Putas casitas de muñecas".

Toma la primera calle a la derecha, saca el móvil, y se sube al autobus que le lleva directamente al Aubert`s park.
Una conversación corta y directa aclara los detalles del plan de hoy: como cada viernes, reunión de amigos en una tetería de baker street; como cada viernes, la tarde promete.

No me gusta el centro, no me gusta estar lejos del centro, y no me gusta tener que volverme desde tan a tomar por culo. Joder, con lo bien que se esta por el barrio.
En fin...


Una hora después, y 15 canciones pasadas, finalmente llega a su destino, aunque, y como es habitual, no es hasta una hora después que terminan de llegar los últimos rezagados.

...

Y ahora, otra vez de vuelta. Las risas se han acabado, la gente se ha vuelto a sus casas, y ahora, medio dormido y casi aturdido vuelve a la parada del autobus.
Esta noche, si, esta noche estoy demasiado muerto como para pegarme el pateo a casa. El caso esque me apetece caminar, no hace ni demasiado frio, ni demasiado viento, y la humedad que se respira es extenuante.
Puff, a ver que pasa.

Comienza así un paseo de varios kilómetros por el casco antiguo y zona medio urbanizadas hasta llegar a casa.

Paso a paso, una canción canónica estimulaba los propios pasos que creaban el ritmo.
Paso a paso, la mente del estudiante entraba en un trance soporífero y entumecedor, meciéndole con suavidad. No había cansancio, ni sueño, solo calles y esquinas cruzadas y entremezcladas.

Hacía tiempo que ya se había alejado de Baker Street, fluyendo por los pasadizos del casco antiguo, y cada esquina doblada reflejaba la imperiosa necesidad de una reforma urbanística, o al menos, eso era lo que pensaba: un encontronazo con algún yonkie o algún otro "elemento peligroso" supondría una situacion "potencialmente problemática", como solía decir. Adoptó la frase de un anime, pero ya por la costumbre, la había hecho suya.

Durante un par de kilómetros, o quizá algo más, no hubo (o no notó) ningún problema, pero conforme se adentraba en el laberinto de jaulas destartaladas y callejuelas estrechas empezó a notar como alguién seguía en la distancia sus pasos.
Sin embargo, cada vez que intuía un paso, la ciudad escondía la silueta de la sombra perseguidora.
Con esa dinámica,poco a poco el joven fue paulatinamente espabilandose, sustituyendo la comodidad por la tensión, a cada paso mayor.
Dentro de su creciente nerviosismo, procuró mantener el ritmo y la cabeza fria, manteniendo la distancia tanto con su temor, como por la causa del mismo.
Comprobó si sus intuiciones era ciertas, cambiando bruscamente el ritmo y volviendo después a retomarlo con tranquilidad, para poder así escuchar los pasos perfectamente acompasados del aquel que desde su espalda le acechaba sin titubear.
No había lugar a dudas, le estaban siguiendo, y en un barrio como ese la situación si que era verdaderamente problemática.

Estudió con tranquilidad que opciones tenía, que clase de persona estaría a sus espaldas, con que finalidad, y con que resolución.
Tras estudiar esas y otras consideraciones, la respuesta era evidente: acelerar el ritmo y volver a una zona más transitada: se tratase de quién se tratase, con gente alrededor no se atrevería a hacer nada.O al menos, eso pensaba él.

Decidido a llevar a cabo ese plan, se encaminó de nuevo a una de las calles principales.
Aceleró el ritmo, cambió bruscamente de dirección, y siguió acelerando hasta llevar un paso casi de trote. No obstante, esto no funcionó. Apenas unos instantes, y los pasos de la sombra volvieron a camuflarse con los suyos propios.
Ahora SÍ estaba preocupado.
Solo le quedaba confiar, confiar en que se cansaría antes que él. Un tiempo después, se daría cuenta de su error.