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 La Guarida de la Sirena

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Renné Kean

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MensajeTema: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeSáb Jul 31, 2010 3:52 pm

El reloj marcaba las ocho y escasos minutos de la mañana. Las cortinas estaban descorridas permiendo que la trémula luz de la calle se colase en los entresijos del dormitorio, parco, silencioso; escueto en recuerdos, emocionalmente sobrio. Apenas un par de muebles conformaban el conjunto de aquel lugar de ensoñaciones y pesadillas: una cama con sábanas revueltas, una mesa de noche con un solitario reloj digital y una lámpara de tulipa azulada, un armario y un tocador desvancijado cuyos anteriores propietarios dejaron allí; sólo aquel ajado mueble de madera oscura y lacada daba un toque cálido a la habitación, con la mesa llena de papeles, tarjetas, maquillaje y el borde del cristal, incrustradas entre la madera, pequeñas fotografías deslucidas donde siempre aparecía una niña pequeña con un hombre adulto: abrazados, jugando en la arena del jardín, en el columpio de un árbol. Recuerdos imborrables atesorados durante años para mantener la melancolía a raya.

Fuera, en el baño alguien cerraba el grifo del agua. Pasos ligeros se encaminaron hacia la habitación dejando tras de si una liviana estela de pies dibujados en agua. La mujer, de alabastro esculpido, tiró la toalla sobre la cama para enfundarse en un conjunto de ropa interior azul oscuro, sobrio y desenfadado; del armario sacó unos vaqueros oscuros y desgastados con algún que otro roto en los bajos de la pierna, una camiseta negra de manga corta y una sudadera de tonos morados, verdes y rojos con un diseño inspirado en una ilustración japonesa medieval. Tras vestirse, terminó de secar de su cabello negro como la noche, el agua de la ducha frotando con energía la toalla sobre la melena. Con un peine desenredó cada nudo hasta que su cabello quedó suave y liso.

Se miró al espejo. No tenía el pelo excesivamente largo, un par de dedos por debajo de los hombros. Observó con detalle la fina musculatura que había desarrollado trabajando en el club, nada escalandaloso pero hacía que se sintiera bien. Desde luego, si alguien trataba de cogerla por la calle podría correr una buena distancia antes de quedarse sin aliento; lo mismo que si alguien trataba de tocarla, jamás lo había puesto a prueba pero estaba convencida de que podría pegar con fuerza. Acercó el rostro al espejo. La sombra tenue de unas ojeras asomaba bajo sus ojos, verdes y pálidos veteados de marrón y verde más oscuro; escondidos entre sus gruesas pestañas. Sin evitar algo de coquetería, se puso un poco de kohl negro en los ojos ojos, solo sobre el párpado superior, una línea estilizada y fina, y un poco de vaselina tintada de rojo sobre los labios.

Fue hasta la pequeña cocina de su viejísimo apartamento, donde calentó una taza de agua y virtió un sobre de café soluble. Agitaba el líquido ausente, moviendo con una mano la cucharilla mientras que con la otra se encendía un cigarrillo. El piso estaba en completo silencio sólo roto por el tintineo metálico de la cuchara al chocar contra la taza; sin embargo, no era suficiente para llenar un vacío creciente y desacogedor. Se dirigió, café en mano, hacia uno de los muebles del salón donde recordaba haber guardado la caja. Deslizó la puerta corredera y allí estaba, cubierta de polvo con la etiqueta aún pegada: John Kean. Dentro sólo quedaban un par de carpetas con papeles y certificados, y las llaves de la casa donde vivió antes en La Boucherie. Desde que recibiera la caja de los Servicios Sociales ocho años atrás, no había sido capaz de poner un pie dentro. Ni siquiera sabía si la casa seguía en pie. Quizás, cuando estuviera preparada Renné se plantease ir.

Esos ocho años habían sido complicados, llenos de altibajos, de problemas que distaban de ser solucionados. Pensaba que si pisaba aquel lugar, era para hacerse las preguntas que dejó abandonadas desde que los Servicios Sociales se hicieran cargo de ella; preguntas que no estaba muy segura de si deseaba plantearse. Su vida no era lo mejor que hubiera deseado pero al menos, podía mantenerse con soltura y no tenía excesivos problemas; el problema era, que si encontraba respuestas tal vez no fuera capaz de afrontarlas. Asumió que su padre estaba muerto, aunque no hubieran ni noticias ni certificados ni facturas; la policía no la informó nunca de nada, nadie le dijo lo contrario, así que para ella, todo estaba claro. Al menos, para Renné . Dar vueltas al asunto no solucionaría nada.

Dejó la caja en su sitio: no iría a La Boucherie, por el momento. Terminó de beber el café y dar la última calada al cigarrillo. En el perchero estaba su chupa de cuero y su bolso. Se enfundó y bolsa al hombro abandonó su refugio camino al laberinto de calles y personas de la ciudad.
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeDom Ago 01, 2010 7:24 pm

El cielo, de un ligero tono gris anunciaba un pronto aguacero o al menos, una advertencia de que todo viandante despreocupado podría regresar con los pantalones mojados. Renné caminaba por las callejuelas estrechas del Casco antes de salir a una de las avenidas principales. Había cierto olor húmedo impregnando el aire, denso y desapacible que la obligaba a contraer la nariz; como el hedor de algo en descomposición. Tal vez, hubiera algún animal muerto cerca. Continuó caminando evitando pensar en el origen de ese desagradable olor, dirigiendo miradas inquisitivas a su espalda; miradas llenas de escepticismo y recelo, como si la respuesta estuviera más cerca de lo deseable. Sin embargo, continuó caminando hacia el frente, pensando que ningún animal muerto era demasiado interesante como para ponerse a buscar.

La avenida, una de las principales arterias del Casco Histórico estaba plagada de comercios pequeños, herencias familiares que se había ido sucediendo a lo largo de la breve historia de la ciudad. Comercios de fachadas llamativas, con sus rótulos de brillantes colores a la espera de captar la atención a la gente que caminaba distraida por la acera. Ojeó junto a la salida de la calle ambos lados de la avenida, buscando un puesto de prensa. A menos de una manzana vislumbró un puesto oscuro asentado en la acera con gente parando brevemente antes de partir de nuevo. Se dirigió hacia allí.

Desde hacia días no dejaba de darle vueltas al mismo asunto: el trabajo. No estaba mal en el club, cobraba bastante bien sin contar con las propinas y su restrinción no le había dado problemas preocupantes, pero necesitaba cambiar de aires. Odiaba vivir de noche. Los últimos dos años los había pasado sobre la tarima del bar, dejándose devorar por las miradas ávidas de los clientes, sintiéndose amenazada por manos que deseaban algo más que contemplar su piel, sirviendo bebidas a hombres borrachos y recibiendo ofertas repugnantes; era más que suficiente para desear un cambio. Tal vez era un buen momento para probar suerte y buscar un buen empleo, algo que le evitase estar rodeada de hombres hambrientos de sexo.

El tendero del puesto le dirigió una mirada inquisitiva cuando se detuvo delante de las pilas de periódicos.

-Buenos días, necesito un periódico que publique ofertas de trabajo... en grandes cantidades, a ser posible. De hecho, ¿tiene alguno especializado? -preguntó Renné observando los titulares del día-.
-Todos publican ofertas de trabajo, en mayor o menor medida -respondió el tendero haciendo memoria-. Prueba con el Silenburgh's Post, aunque es local tiende a reunir todas las noticias de la ciudad. Imagino que tendrá una buena referencia de anuncios de empleo.

Renné compró un ejemplar del día, junto con otros cuatro más como medida de preacución y de paso, para asegurarse de que algo encontraba. Tras pagar los periódicos, se marchó a una cafetería cercana donde poder ojear las ofertas tranquilamente junto a la compañía del segundo café del día.
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeLun Ago 02, 2010 4:53 pm

Bien resguardada en la solitaria esquina de la cafetería, Renné se dispuso a ojear el periódico. Por lo general no era muy aficionada a la prensa, hacía los crucigramas si estaba aburrida pero nunca leía a fondo las noticias. Siempre eran las mismas: impuesto subidos, robos, problemas entre bandas, asesinatos o indemnizaciones millonarias a un cerdo bañado en oro. La prensa era la forma de verificar que la gente se estaba volviendo loca, desquiciada, psicótica; aunque posean una cara normal, tras la máscara siempre hay algo atroz y mosntruoso que termina reflejándose en el titular de un periódico.

De una rápida ojeada, leyó los titulares.

Buff, menuda putada... Pobre familia... Encima era menor, y ¡desangrada! La gente está definitivamente fuera de sí... A este paso terminaremos devorándonos unos a otros pensó mientras se detenía en el artículo a leer, para acto seguido pasar la página.

Al final del ejemplar del Silentburgh's Post, estaban las ofertas de trabajos... No demasiadas para su desaliento. Sacando un bolígrafo de su bolso, se preparó para buscar a fondo la oferta que le hiciera abandonar definitivamente aquel asqueroso antro.


Última edición por Renné Kean el Mar Ago 03, 2010 5:03 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeMar Ago 03, 2010 5:03 pm

Los minuntos pasaban incesantemente bajo el imaginario sonido rítmico y continuo de su relog de mano; un ruido irritante y desconcertante. La mesa donde estaba sentada tenía acumulados varios vasos de papel con los posos de un café, y un cenicero casi atestado de cigarrillos. Con cada minuto que transcurría su desesperación se hacía más patente: no había nada que pudiera serle útil, nada que la sacara del club. Había buscado minuciosamente en cada uno de los cinco periódicos, había leído todos los anuncios letra por letra e incluso había llamado en un par de ocasiones, pero nada le compensaba lo suficiente... o la situaba en el mismo lugar.

Dejó escapar un suspiro agotado. Ya no veía ninguna cara en el café, sólo personas ajenas que entraban y salían embutidas en trajes con corbata, cargando con bolsos y carteras de piel, estudiantes indiferentes que hablaban del mundo como si creyeran saberlo todo por las teorías aprendidas en clase; todo le resultaba demasiado anodino, vacio, carente de valor. Desalentada recogió las cosas de la mesa, se enfundó en su chupa de cuero y pagó por la ingente cantidad de café que había tomado en un par de horas. Como si un animal la embistiera de frente, el aire de la calle al salir la dejó sin aliento, sintiendo por un momento una angustiosa opresión en el pecho.

Vas a tener que reducir el ritmo, chica...

Aspiró con lentitud temiendo que el aire la ahogase de nuevo. Tras comprobar que todo estaba en su sitio y ser completamente consciente de que la culpa de eso la tenía el tabaco, sacó un cigarrillo y lo encendió. Sus pies se plantaron a un par de metros de la entrada de la cafetería, pensando cual sería su próximo destino. No tenía ni idea de qué hacer o a donde ir.

Siempre puedes volver a casa... Creo... Creo que todavía guardo el número de la asistencia social, debe estar en algún cajón en casa. Podría llamarla y preguntarle por mi padre... Sé que me dijo que no había ni rastro de él; ni siquiera la policía encontró nada... Fue tan escueta... Quizás debería llamarla y profundizar un poco más... También podría ir a La Boucherie, es posible que la gente de allí sepa que fue de él...

La Boucherie... Ella nació allí, a medio camino entre la ciudad y la inmundicia; quizás comprendía las razones de su madre para abandonarlos: mejor vivir sola que entre ratas. Sin embargo, su padre la había criado lejos de toda la rezumante mierda de aquel desolado barrio, al menos, en lo que recordaba de él. Sacudió la cabeza indecisa. Llamaría al orfanato antes de plantearse una visita a su vieja casa.
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Samuel Adler

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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeMiér Ago 04, 2010 3:04 pm

Adler abrió la puerta del café con un aire cansado. Buscó con ojos miopes, fruto de la vigilia, la más mínima indicación acerca de si el local respetaba la prohibición antitabaco o, por el contrario, un cualquiera como él podía entrar y deshilvanar su paquete, uno a uno.

No encontró nada, y se sonrió. Iba a fumar sí o sí. Notaba mojada la planta de sus pies, y temía el momento en que tuviera que llegar a casa y desenfundar los calcetines. No necesitaba cerrar los ojos para imaginar el agrio hedor a rancio que ascendería casi asustado, buscando sus fosas nasales. Por su parte, bien le daba igual.

Se dirigió presto a la barra. Deseaba pedir una hamburguesa. Un reloj de pared, de espaldas al tipo detrás de la barra, apuntaba dirección nor-noroeste. Diez en punto de la mañana. Muy temprano para una hamburguesa.

- Ginebra- dijo.

- ¿Cuál?
-

Adler arqueó los hombros por respuesta y buscó a tientas un mondadientes. Apestaba a alcohol y, si bien su ocupación diurna había mermado el estupor etílico en que se hallaba sumido, algo de torpeza permanecía en sus gestos.

Desechó la idea de sentarse. Si se sentaba, iba a caer fulminado. Había pasado gran parte de la noche en la Estación Norte, por cuestiones de trabajo. El sueño no solía poder con él, pero toda regla admite excepciones. A veces, casi todo se ve claro.

Giró la cabeza hacia la izquierda y reparó en uno de los habitantes, al fondo del establecimiento. Era un chica, joven, atractiva. Estaba sentada, leyendo un diario. Parecía enfrascada. Su cenicero era un cementerio de elefantes.

Permaneció embobado, contemplándola, durante una eternidad. Ella siempre podía girar la cabeza y mostrar su dedo índice. Fin de la fiesta.


"Vamos a probar..."
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeMiér Ago 04, 2010 5:10 pm

Distraída mientras su cerebro se enfrascaba en divagaciones que no conducían a ninguna parte, regresó al interior de la cafetería, si estaba dispuesta a hacer algo, mejor en un sitio resguardado donde pudiera estar tranquila y tomárselo con clama. Renné optó por llamar al orfanato y conseguir con un poco de suerte una cita con alguien encargado de los archivos. Habían pasado dieciocho años desde que entró allí, algún documento sobre su padre debían tener; era completamente imposible que nadie supiera nada de un hombre que deja sola a su hija.

Nadie puede desaparecer de la noche al día sin dejar ni rastro. Es una locura. Han debido extraviar los papeles... No creo que haya semejante incompetencia en la administración, ¿o sí?

Renné se llevó una mano a la cabeza, irritada; pensar en algo así sacaba todos sus demonios. Sacó una agenda de color verde y buscó el nombre de la asistencia social. Hacía mucho que no hablaba con ella, ocho años; pero todavía recordaba su ofrecimiento de ayuda si alguna vez lo necesitaba. No la había llamado nunca. El número estaba apuntado con lápiz: Sharleen Patterby. Marcó el número despacio, con un ligero temblor en la mano. Escuchó la primera llamada y colgó. No estaba segura de si era lo mejor, a fin de cuentas aceptó que su padre había desaparecido; nunca se hizo preguntas. ¿Por qué ahora intentaba buscarlo?

Dejó el móvil sobre la mesa. Se masajeó la nuca intenta relajarse un poco: sólo era una llamada. Preguntaría, lo intentaría y si no había resultados, fin de la aventura. No era nada esencial en su vida, sólo curiosidad; ya era una mujer adulta, no necesitaba que nadie la protegiese ni la cuidase, sabía hacerlo por sí misma.

Un suspiro pesado escapó de sus labios. Con el ceño fruncido y los ánimos opacos, buscó su cajetilla de cigarrillos. Sacó uno y se lo llevó a los labios; cogió el mechero e hizo que la piedra raspara para que la llamita saliera.

-¿Um?

Lo intentó un par de veces más, pero no salió la llama. Echo la cabeza hacia atrás, mostrando su cuello de cisne; con los hombros hundidos y las piernas estiradas bajo la mesa.

-Menudo día de mierda...
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeJue Ago 05, 2010 9:37 pm

Sam pegó un tímido trago a la bebida cristalina.

La mujer, (¿muchacha?, ¿fémina?, ¿hembra?), intentaba llamar por teléfono. No es que el rudimento de aquel acto escapase de su control, por el contrario, fijaba una expresión resuelta y ceñuda contra la pared del local. Parecía que fuera a fundirla allí mismo.

Con la mano libre del teléfono, buscó un cigarrillo y se lo colocó en la boca con elegancia. Sacó su encendedor y... uff, por poco... y, ¿ahora?... nada...prueba, con... no. No.

Adler decidió auxiliarla. Solía hacer ese tipo de cosas: auxiliar en las más anodinas tareas a completos desconocidos de ambos sexos. Bueno, no del todo.

Buscó en el bolsillo derecho de la gabardina. En el izquierdo. En el interior, derecho. Nada. Interior izquierdo; un paquete arrugado de Carlboro. Ni rastro del zippo. Visualizó durante un instante la mesilla de noche. En el primer cajón guardaba la pistola, y papeles. Un maremagnum de información inútil. En el segundo cajón guardaba...¿algo?. No estaba seguro.

Quizá en el minibar, o en la mesa de la cocina. Mierda, no tenía mesa en la cocina. ¿Ahora, qué?. Bingo. Paquete de cerillas.

Depositó el paquete de cerillas cuidadosamente sobre la barra, dirigiéndose a ella con un leve "hmm". Era del Nice Scrub. Reparó entonces en que no a todas las mujeres de cualquier índole gustaban de aquel antro.

- Descuida, no represento ninguna amenaza- afirmó, con un guiño simpático.


Última edición por Samuel Adler el Dom Ago 15, 2010 3:23 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeVie Ago 06, 2010 11:50 am

La intrusión de aquel desconocido sacó a Renné de su aislamiento; no le gustaba demasiado que se le acercaran pero agradeció que le ofreciera una caja de cerillas. Sus dedos de uñas esmaltadas en negro se posaron sobre el cartón ligero de la cajetilla, mientras en sus labios rojizos se esbozaba una liviana sonrisa de agradecimiento; luego, reparó en las letras cursivas y rojas de la cajita. Su rostró sufrió un rictus, dejando plasmado en su rostro una expresión de confusión, desconcierto y desaliento.

Ge... Genial... Un maldito cliente del club... ¿Me habrá reconocido? Por Dios, espero que no. Detestaría tener que dar evasivas... Odiaría tener que hacer descuentos en la puta barra.
Su creño se frunció con cierta desagrado, más presa del enfado que por repulsión. Chascó la cerrilla y se encendió el cigarillo, dándole una larga calada. Sabía distinto a cuando lo encendía con un mechero normal.

-Gracias -dijo someramente, con la cabeza ligeramente ladeada, mirándolo desde abajo-.
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeDom Ago 15, 2010 3:20 pm

Había sido capaz de palpar la incomodidad que transpiraba la desconocida. La situación le resultaba simpática. Era consciente de que no todo el mundo comprendía su sentido del humor, en ocasiones demasiado negro hasta para un pigmeo.

- Una vez conocí a un tipo. Era de Nantucket, y había sido estibador, o algo así. Yo era un hulebraguetas sin licencia y estaba a sueldo de un pez gordo que sabía cubrirse las espaldas. Fuimos compañeros durate un tiempo. Se llamaba Andy Mitzapoulos y, aunque su familia era de origen griego, bien podían haber sido irlandeses. Su nariz parecía una señal de stop cuando los focos de un coche la iluminan. Chorreaba como un grifo, además.

Lo que sucedió fue que ...
- se recostó contra el brazo contrario, cambiando de mano el vaso y juzgando la expresión de su espectadora- ...una mañana se despertó resacoso en su casa con un tatuaje en el brazo que no le sonaba en absoluto. El asiento del copiloto de su Buick estaba empapado de un liquido granate y espeso como acrílica. En el jardín encontró la cabeza rubia de un querubín, que resultó ser la de uno de sus amantes. Era más invertido que un gallo con pantys, de ahí que no conociera mujer y estuviera tan quemado. Aunque claro, eso... es una interpretación propia, y no debería extralimitarme. No soy juez ni parte, tan solo que me impresionó.

Iré al grano. No me gustaría ver tu cabeza en mi jardín y, como verás, empiezo fuerte la mañana
- señaló con la cabeza su vaso, medio vacío- ... así que, dime...¿ Te he visto antes? ¿En un mal sueño, quizá?... Lo cierto es que tengo dudas razonables, porque no sé como te llamas y, si lo que te pregunto fuera cierto, no tendría nada más que mirar mi antebrazo derecho y consultar tu nombre. Después lo buscaría en la guía telefónica. Te haría una visita y me volarías la cabeza. Después la enterrarías en tu jardín y, por vez primera en esta historia tan triste, alguien soñaría conmigo.

Adler paró en seco. Debía abandonar esos ademanes de teatralidad. Era pésimo contando historias. La ginebra se le estaba subiendo a la cabeza y, la verdad, no le extrañaría en absoluto que aquella muchacha le denunciase a la policía y tuviera que pasar la tarde entornando los ojos bajo una lámpara mientras repetía una y otra vez que no era un psicópata, tan sólo un sentimental.

Con un poco de suerte, el viejo Eddie Bronstein le soltaría un buen gancho en un lugar donde no dejase marca. Un puñetazo no muy fuerte, y le acompañaría a casa, exhortándole a dormir largo y tendido.

La cuestión es que la muchacha le sonaba, y no desde un punto de vista sexual. No podía recordar la última vez que había mantenido relaciones con un individuo del sexo opuesto sin tener que dejar calderilla en el plato y consumir pastillas para la conciencia.

Adler no quería mujeres en su vida, solo un poco de conversación y una palmadita amistosa.

Tendió la mano a la joven.

- Sam Adler. Sabueso.
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeLun Ago 16, 2010 1:36 am

La expresión de la mujer fue cambiando conforme las palabras de aquel extraño iban saliendo a raudales de aquel agujero negro que tenía en la cara; comenzado por una breve incomodidad hasta la incredulidad más palpable. No era que creyera inverósimil toda aquel diatriba de nombres, cabezas y medias tintas, a fin de cuentas había oído historias mucho peores; era la resignación amarga de cada vocal unida a una consonante formando aquella prosa directa que carecía del habitual tono obsceno con el que se dirigían a ella esos bastardos alcoholizados de todas las noches. Renné no pudo menos que permitirse una expresión de sorpresa, magnética con un toque casi infantil. Sus oscuras cejas enarcadas mostrando un gesto de cinismo enfatizaban una mueca aniñada dibujada en sus labios rojos exhudando hilaridad contenida.

-Renné -añadió aceptando la mano de Adler-. Desgraciadamente para ambos no tengo jardín en mi casa.

Llevándose la boquilla del cigarrillo a los labios, dio una larga calada pensando detenidamente en las pistas que podría dar a ese sujeto de cuantas coincidencias podrían hacer de dos anónimos sin caras, un par de rasgos familiares totalmente indeseables. Sin embargo, prefirió saltar de ese desagradable tema de conversación hacia otro mucho más interesante.

-¿Sabueso? -dijo irguiéndose sobre el asiento, más dispuesta a conversar que antes-. ¿Husmeas en asuntos ajenos? ¿O te limitas a señalar con el rabo la presa abatida?
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeMar Ago 17, 2010 11:55 am

- Y cuando estoy contento muevo el rabo- sonrió, pícaro.

Adler apuró de un trago lo que quedaba de ginebra en el vaso y depositó unas monedas en la barra. Miró a la chica.

- Tengo un pequeño antro aquí, en el Distrito Centro. No es muy espacioso, ni muy limpio, ni muy acogedor... Allí atiendo a mis clientes, cuando tienen el detalle de presentarse. Vivo ahí, también. - Adler se estira y saca una tarjeta de cartón de uno de los bolsillos laterales de su gabán. Es una tarjeta pequeña, de cartón tintado en beige, con unos carácteres pequeños, mecanografiados en cursiva. Samuel Adler, Private Eye- Este rollo de las tarjetas te hace parecer importante. En un trabajo como este, en el que dependes tanto de los clientes, detalles como ese pueden ser definitivos. No te engaño si te digo que prefiero tratar los asuntos por teléfono. Detesto notar como alguien invade mi territorio.

Escucha. Salta a la vista que puedes cuidarte solita. Tu expresión es firme. Bien. Pero nunca se sabe cuando puedes perder algo o a alguien, o necesitar un poco de ayuda. Los honorarios son modestos, pero basta de publicidad.

Lo que quiero decirte, y no sé como, es que ha sido un placer conocerte, Renné. Que tengas un buen día y encuentres lo que buscas, en el periódico, en la guía o donde sea.-
sonrió.

Iba a agarrar el tirador de la puerta cuando súbitamente recordó algo.

- Esto es tuyo-

Depositó la caja de cerillas en la barra, atravesó la puerta y caminó calle arriba durante unos quince minutos, buscando un establecimiento de prensa.
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeMar Ago 17, 2010 1:31 pm

Sus largos dedos se cerraron sobre la caja de cerillas con rabia, apretando hasta oír un chasquido tras romperse los pliegues centrales de la diminuta estructura. Miró la caja con desprecio. Aquellas letras rojas y sinuosas cual gusanos hacían que se sintiera despreciable. Y detestaba esa sensación. Arrojó los restos de cartón a la papelera más cercana, luego cogió el teléfono móvil y sin pensarlo dos veces, marcó de nuevo el número de la asistenta social.

Las llamadas se iban sucediendo con parsimoniosa lentitud mientras el ritmo cardíaco de Renné se disparaba. Casi estaba convencida de que nadie le contestaría; tal vez habían cambiado al propietario de la línea o el número no era correcto y esperaba en vano que alguien le respondiese.

-¿Sí, quién es?.

La voz, femenina y algo aguda hizo que diera un leve respingo sobre el asiento de la cafetería. Trató de abrir la boca pero todas las palabras parecían atascárseles en la garganta.

-¿Quién es? ¿Oiga? ¿Oiga?

-Disculpe, ¿es usted Sharleen Patterby? -preguntó con voz temblorosa, cargada de inseguridad-.

-No, no soy Sharleen -contestó la voz al otro lado del auricular-. ¿Quién es usted? ¿Para qué quiere a Sharleen?

-Sharleen fue mi tutora legal durante diez años que fue... el tiempo que estuve en el orfanato donde usted debe está -respondió tratando de acomodarse sobre el asiento, misteriosamente cada vez más duro-. La señora Patterby se hizo cargo de mi expediente y bueno, me gustaría poder hablar con ella de un asunto personal del que posiblemente tengo alguna referencia.

-Lo siento, pero Sharleen se jubiló hace dos años -añadió la mujer al otro lado, adoptando un tono incisivo que daba a entender su impaciencia-. Además, no creo que la institución guardé los expedientes de diez años atrás o más. Tenemos muchos niños actualmente y no hay tiempo para buscar el papeles antiguos, ¿comprendes?

-¿Quiere decir que se han deshecho de los expedientes más viejos? ¿Qué los han tirado? -inquirió elevando el tono de voz conforme su indignación se iba haciendo más patente-. ¿Cómo pueden deshacerse de documentos con información de menores de edad? No pueden perder esos papeles... ¿Está segura de eso? ¿No estarán almacenados en alguna parte? ¿Un archivo o algo? Mire, necesito saber algunas cosas de cuando estuve allí y eso, sólo lo podré saber si mis historial está guardado...

-Señorita, disculpeme, pero tengo mucho trabajo que hacer -se excusó con tono inflexible-. Entenderá que diez años es mucho tiempo, si su historial sigue en alguna parte yo no tengo tiempo ni recursos para buscarlo. Si necesita encontrar a alguien, pregunte a la policía. El Estado tiene otros medios para ayudarla. Buenos días.

Colgó. Permaneció largo rato mirando la pantalla del móvil, anonadada. Lo guardó en el bolsillo de su pantalón con hastio. Se levantó de la silla frustrada por el mal fruto de su conversación con aquella anónima, saboreando un regusto amargo en la garganta como si cada palabra hubiera estado impreganada de bilis. Hizo ademán de marcharse hasta que recordó la tarjeta de Adler, todavía sobre la mesa. Con un rápido gesto la cogió y la guardó en el interior de su chaqueta mientras salía a la calle encapotada por un cielo gris plomo.
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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitimeMar Ago 17, 2010 3:33 pm

Distrito Centro, ¿eh? Creo que sé donde está esto.

Tarjeta en mano una vez perdió de vista la avenida principal, volvió a internarse en las callejuelas retorcidas del Casco Histórico. Había tenido tiempo para comprar algo para comer, así que cargaba con una bolsa de papel con un par de bultos. Deambuló por las calles mirando cada nombre, buscando orientarse.

Sacó el móvil cuando encontró la dirección.

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MensajeTema: Re: La Guarida de la Sirena   La Guarida de la Sirena Icon_minitime

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